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lunes, 2 de julio de 2012

NOTA DE OPINIÓN DE ROY CORTINA. Publicada en Clarín 02/07/2012.-

Ganancias: falsa política de redistribución




El debate sobre el impuesto a las Ganancias ha puesto en crisis el falso progresismo del relato oficial y muestra la fragilidad de un modelo cuya política de redistribución se limitó a transferir recursos de los sectores medios y medios bajos hacia los más vulnerables , mientras se vieron favorecidos los grupos concentrados de la economía y los empresarios amigo.
 
Por eso la flaqueza de las razones que ensayan los voceros del Gobierno nacional y las contradicciones en las que incurren para intentar deslegitimar un reclamo que dejó de ser exclusivo de la CGT para alcanzar a vastos sectores de la sociedad.

Suelen esgrimir que este tributo, tal como está planteado, es progresivo porque los trabajadores que lo pagan tienen un salario que está por encima del ingreso promedio de tres mil doscientos pesos que perciben las personas ocupadas, formal e informalmente. De esta manera, se oculta que en la Argentina de hoy tal ingreso resulta insuficiente para atender las necesidades más básicas de una familia tipo y está muy lejos de poder considerarse potentado a quien cuenta con una remuneración que no alcanza los ocho mil pesos.

Sostienen también, que hay que ser extremadamente cautos en un aumento del mínimo no imponible que podría traer aparejado el desfinanciamiento del Estado Nacional. En vez de pedirles prudencia a los asalariados, deberíamos estar discutiendo cómo llevar adelante una reforma integral que incluya la modificación de los parámetros del impuesto a las Ganancias, eleve el piso tributario y -tal como lo propuso el FAP en su plataforma electoral- grave las rentas financieras y las ganancias extraordinarias que permanecen exentas.

Para descalificar la protesta, también se ha alimentado el fantasma desestabilizador y se ha hablado hasta el cansancio de la existencia de supuestas conspiraciones. Más allá de la intencionalidad política que pueda mover a alguno de los protagonistas del conflicto, es un argumento que -tantas veces repetido- se ha vuelto inútil a la hora de tapar un malhumor social que tiene sustento en la realidad y que demanda una clara política de diálogo.

Y así llegamos al absurdo que nadie tiene credenciales suficientes para alzar su voz contra este Gobierno nacional. Los sindicalistas, por burócratas. Las organizaciones sociales, por marginales. La oposición, por oportunista. El campo, por oligarca. Los caceroleros, por representar a la egoísta clase media porteña.

Que el país esté mejor que en el 2001 o que se hayan creado puestos de trabajo producto del derrame no es motivo para que la Presidenta de la Nación le exija gratitud al pueblo argentino.

Trabajar es un derecho constitucional y no una dádiva o un privilegio por el que haya que pagar, como pretenden los defensores de este modelo.







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